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quinta-feira, 1 de novembro de 2012

Promulgación de la Ley del Embudo...


Ellos se declararon patriotas.

En los clubs se condecoraron

y fueron escribiendo la historia.

Los Parlamentos se llenaron

de pompa, se repartieron

después la tierra, la ley,

las mejores calles, el aire,

la Universidad, los zapatos.


Su extraordinaria iniciativa

fue el Estado erigido en esa

forma, la rígida impostura.

Lo debatieron, como siempre,

con solemnidad y banquetes,

primero en círculos agrícolas,

com militares e abogados.

Y al fin llevaron al Congreso

la Ley suprema, la famosa,

la respetada, la intocable

Ley del Embrudo.

Fue aprobada.


Para el rico la buena mesa.


La basura para los pobres.


El dinero para los ricos.


Para los pobres el trabajo.


Para los ricos la casa grande.


El tugurio para los pobres.


El fuero para el gran ladrón.


La cárcel al que roba un pan.


Paris, Paris, para los señoritos.


El pobre a la mina, al desierto.


El señor Rodrígues de la Crota

habló en el Senado con voz

meliflua y elegante.

"Esta ley, al fin, establece

la jerarquía obligatoria

y sobre todo los principios

de la cristiandad.

Era

tan necesaria como el agua.

Sólo los comunistas, venidos

del infierno, como se sabe,

pueden discutir este código

del Embudo, sabio y severo.

Pero esta oposición asiática,

venida del sub-hombre, es sencillo

refrenarla: a la cárcel todos,

al campo de concentración,

así quedaremos sólo

los caballeros distinguidos

y los amables yanaconas*

del Partido Radical".


Estallaron los aplausos

de los bancos aristocráticos:

qué elocuencia, qué espiritual,

qué filósofo, qué lumbrera!

Y corrió cada uno a llenarse

los bolsillos en su negocio,

uno acaparando la leche

otro estafando en el alambre,

otro robando en el azúcar

y todos llamándose a voces

patriotas, con el monopolio

del patriotismo, consultado

también en la Ley del Embudo...
.
.
.
Pablo Neruda...

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